jueves, julio 31, 2003

Gracias, Bonet!

Anoche, a eso de las once, se escucharon a lo lejos unos gritos que conforme se acercaban dejaban oir la frase: "Estoy de buen humor!", que se repetía cada cinco segundos con el volumen cada vez más alto. Reconocí la voz de mi amigo Rubén Bonet. Yo estaba sentado en la taza del escusado. Bonet pasó bajo mi casa y modificó su canto: "Ese mi Roger!", y después siguió con el mismo grito: "Estoy de buen humor!", que se perdió entre las calles de la colonia Condesa.
Desde aquí le agradezco el saludo, que hizo más grata mi estancia en el baño: Salud, poeta!

martes, julio 29, 2003

Me escribió un chavo de Barcelona para contarme el siguiente chisme:

Hola:
Soy de Barcelona y me impresionó que el escritor Juan Villoro se expresara de usted tan mal (también de otro escritor al que no se si le apodan o se llama Willy Fadanelli).

Puse el nombre (de usted) y me encontré su blog.

¿Podría usted explicar en su blog por qué el sr. Villoro se expresa de usted con terminos como: "R. Villarreal es un simple cero a la izquierda. Una basura que mejor no vale la pena hablar de él."

Tanta molestia de Don Juan me impresionó y curiosamente le hizo propaganda a usted. Suele suceder.

Espero ver en su blog sus comentarios acerca de J.V.

Gracias:

Fernando Campos

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Le escribí- a Fernando para preguntarle dónde había hecho Villoro estas declaraciones y me contestó lo que sigue:

Hola:

Estuve lejos de esta PC por cuestiones de trabajo.
Pues esas declaraciones -o comentarios- los hizo en una televisora local (aquí- en Barcelona).
Creo que lo que mas nos molestó fue que pusiera una cara como de desdén ”o como de "fuchi" como decís vosotros- hacía usted (y el sr. Fadanelli).

A mi en lo personal también Villoro me parece un gran hipócrita.

Buscaré textos de Fadanelli. Gracias por la sugerencia.

Saludos:

Fernando Campos.

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Villoro está encabronado conmigo porque hace diez años publiqué en La Jornada Semanal que era un niño fresa que escribía con cierta gracia, pero nada más. Y hace unos meses en Complot (un número dedicado al cine), escribí- sobre la película ‘Vivir mata’, de la que él es guinoista, que era una verdadera mierda. por eso no me traga. De Fadanelli pues seguramente le caga que escriba mucho mejor que él. ¿Qué otra cosa puede ser?


Este texto se publicó el domingo 27 de julio en El Ángel, suplemento cultural del diario chilango Reforma:

Fuerza a través de la alegría
Pasión y muerte del VW Beetle

Rogelio Villarreal


De Hitler para el mundo

Adolfo Hitler encomendó a Ferdinand Porsche la creación de un automóvil familiar para que los alemanes recorrieran las flamantes autopistas de la nueva Alemania nazi, el imperio del superhombre ario que habría de durar mil años.
El pequeño carro debería reunir las características siguientes:
- capacidad para dos adultos y tres niños
- o bien, transportar tres soldados y una ametralladora
- correr a 100 kilómetros por hora
- rendir 1.7 litros por kilómetro
- un motor confiable y enfriado por aire
- costar menos de mil marcos.
La guerra obligó a Hitler a producir vehículos militares en las plantas de la BMW, Mercedes Benz y Volkswagen -“donde trabajaron como esclavos miles de eslavos, judíos y gitanos sin recibir nada más que azotes y humillaciones y, en numerosos casos, la muerte.
El anhelo hitleriano de que cada familia germana fuera dueña de su propio auto fue truncado por la invasión a Polonia en 1939. Más de 300 mil trabajadores ya se habían comprometido a pagar, mediante cupones y con grandes esfuerzos, los 500 marcos que costaba el resistente vehículo, el cual, por cierto, llevaba el nombre de KdF-wagen: Kraft durch Freude, que significa 'A la fuerza a través de la alegría'.
Sin embargo, el delirio hitleriano siguió cauces inesperados. El führer jamás imaginó que el compacto se produciría en masa y que sería el modo de transporte favorito de millones de trabajadores estadounidenses, mexicanos y brasileños. Al término de la guerra los ingleses se hicieron cargo de las instalaciones de la VW y reiniciaron la producción de autos, que volvió a manos de la República Federal Alemana al cabo de unos años. El automóvil se produjo con pocas variantes durante siete décadas en Alemania, Estados Unidos, México y Brasil (a cuya planta, fundada en 1953 en Sao Paulo, llegaron exiliados nazis camuflados como ingenieros).
En los años sesenta, millones de estadounidenses -“aventureros y estudiantes postbeatniks- cruzaron el país de costa a costa en esos ahorrativos vehículos, que se convirtieron en el símbolo de la libertad y el movimiento, y en un icono de la cultura pop.
En México, la planta de Puebla se inauguró en 1968 y, aunque ésta seguirá produciendo automóviles, ha dejado de fabricar el clásico Beetle (escarabajo) o vochito, como le llama el usuario mexicano.


Los artistas viajan en VW

Pese a su popularidad, el Volkswagen ha tenido poca presencia en el mundo del arte. En 1978 un vehículo de éstos fue la estrella de una película en Estados Unidos (Herbie, Cupido motorizado), que poco tiene que ver con el arte (pero sí con el espectáculo, su hermana mayor), y en 1974 Chris Burden había hecho su Trans-Fixed, una pieza en la que él se colocaba con los brazos abiertos como un Cristo sobre el toldo de un VW.
-œEl arte requiere ideas: no sólo enseñar el cómo, sino saber el porqué. Hoy en día imperan los criterios de funcionarios de la cultura, museólogos, galeristas, curadores, coleccionistas y similares, que las más de las veces carecen del aparato conceptual que permite pensar a fondo el ser del arte y que, en gran medida, han contribuido a trivializarlo-, escribe el filósofo Jorge Juanes en su concisa obra Más allá del arte conceptual (Ediciones Sin Nombre/Conaculta, 2002). Sin embargo, remontando las trabas y marañas que enrarecen la lectura y comprensión del arte, dos artistas han creado sendas piezas que abordan la conexión entre ideología, tecnología y producción industrial -“con el VW como sujeto paradigmático.
Alonso Mateo (La Habana, 1964), en su instalación de 1997 –‘Fuerza a través de la alegría’-en el Museo del Chopo de la Ciudad de México, establece una mordaz similitud entre los megalomaniacos afanes productivos de Adolfo Hitler y Fidel Castro. Siete vochos de yeso en tamaño natural, cubiertos de azúcar, parodian la desmesurada idea de Castro de alcanzar 10 millones de toneladas de caña de azúcar en la malograda zafra de 1970. Como Hitler, el dictador caribeño tampoco pudo cumplir su meta (Stalin, seguramente, lo habría mandado fusilar).
Por su parte, el ex historietista mexicano Damián Ortega (Ciudad de México, 1970) ha conservado el humor que caracterizaba sus primeros trabajos. En septiembre de 2002 presentó, en el Institute of Contemporary Art de Filadelfia, la instalación Cosmic Thing, un volkswagen clásico desmembrado y suspendido del techo de la galería por resistentes cables usados en la industria de la aviación. A la manera de un dinosaurio en un museo, el VW aparece fragmentado en una constelación de piezas que parecen expandirse desde su centro, como en el Big Bang original. El vehículo, harto conocido y usado por millones de mexicanos, es objeto de una minuciosa disección arqueológica que desnuda su esencia y sus escasos misterios.
Mucho más publicitada que la instalación de Alonso Mateo, Cosmic Thing supera con mucho el corpus reiterativo y vano de su promotor Gabriel Orozco, artista mexicano impulsado a la fama internacional por los irresistibles mecanismos del infladísimo del arte.
Junto a las piezas de Alonso Mateo y de Damián Ortega deberían colocarse dos piezas más del ingenio popular mexicano: un VW con barroca carrocería de hierro forjado, más propio de un barandal provinciano, y otro más convertido en una larga limusina negra que sirven para transportar novias y quinceañeras por las calles de los barrios populares de la Ciudad de México.
-“Es inútil protestar, patalear, burlarse o llorar, lo cierto es que ya sólo la administración pública se ocupa del arte y de la religión. Si no fuera por las subvenciones estatales, el arte y la religión ocuparían un territorio similar al de la filatelia”-, escribe Félix de Azúa en su hoy imprescindible Diccionario de las artes (Anagrama, 2002). Y tiene razón, estas dos grandes piezas del arte contemporáneo se bastan a sí mismas y son el mejor corolario para la singular trayectoria del vehículo más popular de todos los tiempos.

Rogelio Villarreal (roger56@prodigy.net.mx) es escritor y periodista. Prepara actualmente dos volúmenes de ensayos y crónicas: Sensacional de contracultura y El dilema de Bukowski.