viernes, septiembre 16, 2011

Entre el periodismo cultural, los revens y las revistas de los noventa

Ojalá puedan asistir, si están en Ciudad de México:


» Seminario de periodismo cultural: Ciclo de conferencias
Programación
Del 19 al 23 de septiembre se realizarán 5 conferencias (una diaria) dirigidas a periodistas, estudiantes y recién egresados de carreras de comunicación, humanidades o artes, así como artistas, gestores culturales y el público en general, interesados en el tema del periodismo cultural. Las conferencias se llevarán a cabo en el Centro Nacional de las Artes (CENART), de México, y también se transmitirán a través de la Red de las Artes del Canal 23 y por Internet en video streaming en www.fnpi.org. La entrada es libre, gratuita, y no requiere previa inscripción.
Fecha: del 19 al 23 de septiembre.
Lugar: Auditorio Cenart
Hora: 17 a 20 hs.
Lunes 19 de septiembre
Tecnologías digitales en el periodismo cultural
Ponente: Francis Pisani (Francia)
Comentarista: Rogelio Villarreal, Director editorial de la Revista Replicante
Moderador: Jaime Abello, Director general de la FNPI



Espacios de activación social. Reven, antros, música, revistas y lecturas heterodoxas,
en el MUAC
—Ciudad de México—, miércoles 21 de septiembre a las 18 hs.

lunes, julio 18, 2011

Letras Libres y Replicante

Una nota del periodista nayarita Arturo Camarena:

Desde mi Optica: LETRAS LIBRES Y REVISTA REPLICANTE
Periódico Express.com.mx, julio de 2011

Letras Libres y revista Replicante son dos publicaciones mexicanas cuya lectura debería ser obligatoria desde la escuela secundaria. Sin embargo, no obstante la primerísima calidad de sus contenidos (¿o será por eso?) y por problemas económicos, la segunda dejó de ser impresa en papel hace 15 meses pero afortunadamente para quienes nos mantenemos alejados de tanta basura escrita en periódicos libros revistas y en la red por supuesto, tiene el mismo tiempo perfectamente legible en internet donde todos sus colaboradores (nacionales y extranjeros) disertan sobre literatura, política, sexualidad, música, arte danza, teatro, ciencia y todos los temas habidos y por haber.

Dirigida por Roberta Garza y editada por Rogelio Villarreal se declara independiente de todo y como subtítulo aporta “ideas para un país en ruinas”. Reconozco que fortuitamente la hallé y recomiendo la visite usted en www.revistareplicante.com. Espero conseguir algunos números atrasados y comprar su libro anual de pronta aparición. No obstante el nombre de una de sus columnas, Wünderkammer, me atrapó el inteligente desarrollo de la misma y seguí buscando los ensayos de su autor, Rafael Toriz, joven xalapeño que aun no cumple treinta años y posee varios premios como: Mención Honorífica en el concurso internacional de Ensayo convocado por la ONU (2001). Ganador del Premio Nacional de Ensayo “Carlos Fuentes” (2004), Sus textos y traducciones han sido publicados en Argentina, España, Estados Unidos Venezuela e Italia. No tuve tiempo de investigar el significado del título pues cinco minutos después me regalaron la revista Algarabía en cuya portada se lee: Wünderkammer, o cámara de maravillas, y eso lustra e ilustra los contenidos.

En cuanto a Letras Libres, es la única revista que releo y encuentro sus números atrasados (en el tiempo pero no en actualidad) cuando visito las librerías de segunda en Morelia. Fundada por Enrique Krauze en 1999 es considerada dentro de las mejores revistas culturales de habla hispana. Sus colaboradores son muy conocidos, ejemplo Mario Vargas Llosa y Le Clezio, también Nobel de Literatura, Guillermo Cabrera Infante y muchísimos más de altísimo nivel y hoy sólo quiero comentar acerca de Sabina Berman, (otro gran descubrimiento que hice apenas hace un mes (mea culpa), brillante e inteligente escritora (traducida a varias lenguas), dedicada al quehacer teatral y me informan conduce un programa de TV Azteca, canal del cual me libré totalmente (al igual que el de Televisa) hace muchos años. Pues bien: Leyendo en Letras Libres (en su versión de internet) a Sabina Berman, me entero que en el puerto de Sisal, Yucatán cultivan el pulpo con toda la última tecnología y su comercialización en países asiáticos. Claro es que la biología y los detalles científicos acerca del cultivo de este exquisito y nutritivo manjar están excelentemente documentados por Sabina Berman, escritora que sumo a mis autoras favoritas junto con la también mexicana Ikram Antaki (1948-2000) pues ambas como si fuesen cirujanas plásticas, proyectan, definen, seccionan y puntualizan con una claridad y precisión todos sus textos donde manifiestan su oficio de excelentes escritoras.

Algo también importante de esta publicación es darse cuenta que por medio de la literatura el aprendizaje de la ciencia puede y debe hacerse con placer, no por imposición sino por puro gusto de conocer algo de nuestro vasto mundo. Siempre he sido compartido y hoy les aviso a mis presuntos lectores la existencia y presencia de estas dos imprescindibles revistas que incluso están idénticas en internet y por supuesto, gratis. Visítelas y hágase adicto de algo tan sano, recordando que si no ejercita diario sus neuronas, si no hace gimnasia mental, lo puede visitar en plena juventud ese alemán tan mentado y lamentado. Si usted es listo, sabrá a quien me refiero.

Correo: arturocamarena1@hotmail.com Miembro de la Asociación de Periodistas y Escritores de Nayarit, (APENAC).

miércoles, enero 19, 2011

Sobre El tamaño del ridículo


Juan Mascardi sostiene una caguama de Carta Blanca.

Una especie de reseña...

Por Juan Mascardi

Conocer a Rogelio Villarreal a través de El tamaño del ridículo es una experiencia corrosiva. El periodista mexicano arremete en las páginas del libro (que reúne una serie de notas publicadas entre 2006-2009) contra supuestos ídolos progres, la contracultura mexicana, varias vacas sagradas de la intelectualidad latina. Personajes intocables que poseen palcos de preferencia en inauguraciones y burbujeantes cócteles. El arrebato de Villarreal no es contra estrellas en desuso, corporaciones malvadas que pretenden dominar al universo, políticos decadentes o dictadores asesinos. El periodista no ejerce la profesión como un leñador, hacha en mano, destripando un árbol que dejó de serlo sino que posee la actitud de un degustador refinado que localiza la mosca en la mejor de las sopas. Villarreal cuestiona nuestros paladares. El sabor de la sopa se vuelve ácido y los buenos no son tan buenos. Tal vez nunca lo fueron. Villarreal cuenta con sobrados argumentos para quejarse.

—Mesera, algo huele mal.

Pero afirmar que El tamaño del ridículo posee un solo gusto es falaz. En la tierra de los sabores picosos el plato puede mutar y transformarse en agridulce. Las crónicas sobre Jis y Trino, La Piedra Rodante, el mestizaje del ska y el viaje histórico de la fotografía en los movimientos sociales permiten palpar un periodismo cultural agudo. La historia latente de los movimientos estudiantiles, las inútiles camisetas con la estampa de Guevara, los previsibles acordes del rock vernáculo y las corruptelas políticas avaladas por la intelectualidad que ama ser vedette en Televisa se posicionan como actores de un país que queda muy lejos de Suecia.

Villarreal se calza el traje de Chapulín Colorado. Un antihéroe que desconoce la composición de la kryptonita como así también el poder de sus rivales. Porque Villarreal no los tiene. Un quijote que puede vivir la vida embistiendo contra molinos o castillos de cristal y que no ostenta el podio de gurú. El periodista viaja desde la modernidad hasta la esencia digital sin nostalgia. No es ni tecnofán ni tecnofóbico. Desde el linotipo al GPS, la problemática que le interesa al escritor es la disputa por el poder. Y allí la tecnología juega un rol clave. “Las tecnologías deben estar al servicio del crecimiento y el desarrollo pacífico de mujeres y hombres de todo el planeta”, afirmó en 2008, el año que explotó Facebook. Detrás de la acidez existe una mirada esperanzadora.

Conocer a Rogelio Villarreal a través de El tamaño del ridículo es una gran experiencia. Pero no es mi caso.

Conocí a Rogelio como maestro. Luego como compinche de algunas tardes y exóticas noches en Buenos Aires. Todo lo que escribo es con afecto aunque ese cariño no licua mi observación. Conocerlo estuvo lejos de ser una experiencia corrosiva. Rogelio es de los maestros que escucha. De los amigos que anima. Fueron muy pocas sus acotaciones en el marco del Taller Estados Alterados Emergencia en Periodismo Cultural organizado por el Centro Cultural España. Él dejó que habláramos. Una quincena de colegas cordobeses, rosarinos y porteños que debatimos durante tres días intensos el rol de editor, figuras literarias, metáforas exageradas, la muerte de Kirchner y el ahorro de adjetivos. Todo lo que nos gusta y da mucho placer. Rogelio se caracterizó por poblar las clases de intensos silencios que transformaron sus palabras en claves a resolver.
Un almuerzo tardío en Pippo Restauran—un viejo bodegón a metros de la avenida Corrientes— longaniza, pastas y vino de la casa mediante fueron suficientes para desguasar las estrategias de López Obrador, los excesivos clichés de la banalintelectualidad mexicana, el triste rol de las izquierdas deseosas de financiación y rememorar el paso por espacios comunes: el bar Nuevo Brasil de Monterrey en 2007, el año de Forum. Villarreal viajó a tierras regiomontanas a cubrir periodísticamente el megaevento y yo estuve allí porque fuimos finalistas en los premios FNPI-CEMEX que otorga la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano en la categoría televisión con un programa de bajo presupuesto que narra la vida de varios conductores radiales de las FM de baja potencia en Argentina: Gud Mornin Colón.

Pero mi sorpresa mayor llegó cuando leí "Crónica (inevitablemente parcial) de un encuentro de escritores". Escribe Villarreal: “El Nuevo Brasil es un pequeño bar atestado de bebedores de caguamas que no cesan de cantar baladas roqueras del grupo que anima esa cálida noche de octubre. Los Abuelos de la Nada, Enanitos Verdes, Soda Stereo y hasta El Tri en versiones que suenan mejor que las originales. En un vitral que da a la céntrica avenida Zaragoza, a unos pasos de la Macroplaza, sonríen las caricaturas de Cuauhtémoc Cárdenas, Joaquín Sabina, el sub Marcos y Santa Clos —quizá tenga algo en común”.

El equipo de Gud Mornin Colón llegó a Monterrey en octubre de 2007. Luego de huir de un mugriento hostel porque impregnaría de olor a marihuana nuestros mejores trajes que iban a recibir un diploma entregado en manos del Nobel Gabo García Márquez llegamos a un hotel un poco más aséptico en la avenida Zaragoza, al lado del Nuevo Brasil. Por ello, el bar fue nuestra guarida durante toda la estadía. Allí escuchamos defenestrar el Forum de Culturas, todo el establishment e incluso nuestra propia fiesta de premiación. Pero hubo una noche bizarra, muy bizarra que compartimos todo el team de Gud Mornin junto a Valeria Perasso (argentina radicada en Londres trabajando para la BBC). Tiempo después, escribí una nota para el portal económico ON24: “En el bar Nuevo Brasil se cuentan las historias endovenosas de Monterrey. La ciudad industrial crece a la par del cemento, las cervezas, la cultura y el deporte. En la calle Zaragoza, a metros del Palacio de Gobierno de Nuevo León, se narran relatos urbanos, se mezclan poetas y pintores, se discuten los titulares de El Norte, el periódico que está frente al bar. El Nuevo Brasil es una pequeña gran parte de una urbe en constante ebullición. En medio de la noche, una banda que hace covers de los ochenta gratifica un pedido de una mesa poblada de regiomontanos: A rodar la vida de Fito Páez. Las distancias se diluyen. Rosario está en Monterrey”.

Las coincidencias son muchas. Villarreal sostiene que esa noche quien recitó fue Pancho Serrano. Yo recuerdo un poeta urbano escupiendo palabras con una intensidad voraz. También recuerdo los cuadros rocambolescos de un pintor apocalíptico. Pero, como dice Rogelio, esa noche corrieron muchas cervezas. Nosotros conocimos el botellón de Carta Blanca. Y la noche sucumbió.

Leí El tamaño del ridículo durante mis últimas vacaciones aunque antes me devoré El periodismo cultural en tiempos de la globalifobia. Fui su alumno. Esta semana me transformé en colaborador de Replicante. Y coincidimos en un espacio insignia: el Nuevo Brasil. Sin saberlo allí estábamos y no nos vimos. O tal vez sí. Conocer a Rogelio Villarreal es una experiencia.

domingo, diciembre 19, 2010

Reflexiones sobre el Islam, la libertad de prensa y la ética periodística

Mi nota de hoy en Milenio Semanal:


El atentado terrorista en un centro comercial de Estocolmo el pasado 11 de diciembre por el sueco de origen iraquí Taymur Abdel Wahab aviva la pertinencia de reflexionar sobre ética periodística y libertad de expresión. El enojo del suicida Taymur habría sido causado, presuntamente, por la presencia de tropas suecas en Afganistán y por los dibujos de Mahoma que el artista sueco Lars Vilks hizo en 2007 para una exposición. La publicación de uno de esos dibujos en el diario Nerikes Allehanda provocó reacciones airadas entre musulmanes fundamentalistas y Vilks recibió amenazas de muerte. Un acto que nos recuerda las amenazas contra el diario danés Jyllands-Posten, que publicó en septiembre de 2005 doce cartones editoriales que caricaturizaban a Mahoma. La posterior reproducción de esos cartones en otros periódicos en Europa causó el enojo de fundamentalistas musulmanes, que interpretaron una práctica común en países con libertad de prensa como un ataque a su fe, una “ofensa” magnificada por dos imanes radicados en Dinamarca que añadieron tramposamente a las doce viñetas otras imágenes, entre ellas la fotografía de un hombre con orejas y narices de puerco con una leyenda que decía “Ésta es la verdadera imagen de Mahoma”. La foto, de la agencia A.P., era la de un francés disfrazado para una feria pueblerina, pero los imanes no tuvieron empacho en escribir el falso pie y difundirla como si se tratara de una perversa creación occidental contra el islam (el caso está ampliamente explicado en el artículo “Dios no ha muerto y debe morir”, de Efraín Trava, en la revista Replicante). Pronto surgieron reacciones violentas en países islámicos como Pakistán, Nigeria e Indonesia, donde se llegó a la destrucción de embajadas e iglesias, el asesinato de cristianos e incluso a la recompensa de un millón de dólares por la ejecución del “dibujante”, sin saber que en realidad habían sido doce. “En Inglaterra las imágenes mediáticas mostraban leyendas aterradoras: ‘Masacren a los que insultan al islam’, ‘Descuarticen a los que se burlan del islam’, ‘Europa pagarás: la destrucción está en camino’ y —con algún dejo irónico— ‘Decapiten a aquellos que dicen que el islam es una religión violenta’”, escribe Trava en el artículo citado.

El periodista colombiano Javier Darío Restrepo dijo en una sesión sobre ética periodística —a la que asistí— que los dibujos de Mahoma no debieron haberse publicado porque eran ofensivos para una comunidad religiosa. Disentí de su opinión y expuse que las reacciones habían sido de extremistas que no representaban el sentir de la totalidad de la comunidad musulmana y que, además, se habían publicado en un diario de un país democrático y con una larga tradición de libertad de prensa. Restrepo fue tajante y no admitió discusión: No debieron publicarse esos dibujos, punto.

Restrepo es el encargado del Consultorio Ético de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, fundada y dirigida por Gabriel García Márquez, quien, como se sabe, es amigo del dictador cubano Fidel Castro, por lo que en el sitio de la FNPI no hay menciones, críticas o enlaces sobre la total ausencia de libertad de prensa en Cuba ni sobre el caso de la bloguera Yoani Sánchez o el acoso a los medios en la Venezuela de Hugo Chávez; tampoco ninguna alusión a la polémica Ley de Evo Morales contra el racismo o a la feroz censura china contra sitios de Internet. Es un tema complejo sobre el que seguiremos bordando.

viernes, noviembre 05, 2010

Replicante en Buenos Aires


Replicante se va hasta Argentina

La revista cultural que surgió hace seis años en su edición impresa, y a partir de este 2010 se convirtió en un portal digital (www.revistareplicante.com), fue invitada a participar en una serie de actividades sobre periodismo cultural, organizadas por el Centro Cultural de España en Buenos Aires (CCEBA).

El próximo jueves 11 de noviembre, a las 19:00 horas en el Centro Cultural de España en Buenos Aires, el director y editor de la revista participará en una charla abierta al público sobre el estado del periodismo cultural en América Latina, en la que también estarán Juan Boido, editor de Radar; Guillermo Piro, subeditor del suplemento cultural Perfil, y Rafael Toriz, escritor y colaborador de Replicante.

Esta actividad tendrá lugar en el CCEBA, ubicado en Paraná 1150, en Buenos Aires, a las 19:00 horas.

Rogelio Villarreal es un escritor y periodista mexicano que hace décadas participa activamente de la vida cultural y editorial de su país y de América Latina. Ha llevado adelante diversas publicaciones periodísticas, colaborado en distintos medios, impartido clases en distintos ámbitos y ha publicado diversos libros, entre los que se cuentan El tamaño del ridículo (Arlequín, 2009), Sensacional de contracultura (Ediciones sin Nombre, 2009), El periodismo en tiempos de la globalifobia (Conaculta – Ediciones sin Nombre, 2006) y El dilema de Bukowski (Ediciones sin Nombre, 2004), entre otros. Hace seis años fundó, junto a Roberta Garza, la revista trimestral Replicante, de la cual es director editorial, y cuya edición impresa contó con 21 números. Replicante ahora continúa su existencia en formato digital, y puede visitarse en la web (www.revistareplicante.com).

Como dicen sus editores, la revista “se ha caracterizado por ser abierta y horizontal, incluyendo desde su aparición a nuevos autores y las más diversas manifestaciones de la cultura; ha servido de escaparate, punto de encuentro y enlace a artistas, escritores y periodistas empeñados en abrirle nuevas ventanas a modos novedosos de ver y concebir el mundo. Es una revista para un público transgeneracional, crítico, bien informado, para los que no se han dejado seducir por la histeria y la prisa del consumismo —sin hacer menos a quienes también saben leer imágenes.”

El editor de Replicante llega a Buenos Aires en el marco del tercer y último taller del Ciclo “Estados Alterados. Emergencias en el periodismo cultural”, que se desarrollará en el CCEBA los días 9 10 y 11 de noviembre. El ciclo comenzó en agosto, en el Centro Cultural Parque de España (CCPE), Rosario, donde José Alberto López, director y fundador de Lápiz Revista Internacional de Arte, dictó un taller de tres días a un grupo de jóvenes periodistas culturales. El ciclo continuó en el Centro Cultural España Córdoba (CCEC), con un taller impartido por Julio Villanueva Chang, periodista peruano creador de la revista Etiqueta Negra, a principios de septiembre.

Más información sobre el ciclo en www.ccec.org.ar

domingo, octubre 03, 2010

El infierno


Publiqué una versión de esta nota en Milenio Semanal de hoy, 3 de octubre. Esta es una versión corregida.

Una loca película de narcos

Luis Estrada dice que su película es “una radiografía”, “una reflexión sobre el México actual” (Proceso 1739), pero El infierno era ya un tanto anacrónica al momento de su concepción, pues lo que se ve en ella no alcanza la fehaciente crueldad y crudeza de lo que se ha visto en las noticias —y en sitios espeluznantes como El Blog del Narco— desde que rodaron las cabezas cercenadas en una discoteca michoacana en septiembre de 2006. Aquello fue un espectáculo aterrador para quienes lo atestiguaron, no las testas malhechas de evidente plástico ni la pierna que sobresale graciosamente del tambo de un pozolero, en una escena que causa más risas que consternación. La película de Estrada, a pesar suyo, no aporta elementos a una discusión seria sobre la guerra contra el narco, en cambio prefiere caricaturizar y reducir hasta la simplonería los distintos factores que conforman el árbol genealógico de los cárteles del narcotráfico; es una ficción cinematográfica y, como tal, se vale de las licencias propias del género.

Inmodesto, Estrada se asume continuador de una tradición fílmica en la que refulgen obras magistrales como El Padrino, Scarface, Goodfellas y Miller’s Crossing (véase www.elinfiernolapelicula.com.mx), las cuales sí pueden calificarse de corrosivas y controvertidas, como también quiere el director que se entienda su película. Pero El infierno se encuentra muy lejos de esas piezas únicas; en ésta no hay búsqueda estética ni hallazgos cinematográficos, acaso tibias referencias, estereotipos reiterativos, pobreza del lenguaje —tan diferente al que se habla en la vida cotidiana— y un juicio sumario a todas las instituciones; tampoco hay capos detenidos ni muertos en combate por el Ejército ni incautación de armas y millones de dólares, como sí acontece en la vida real.

El infierno ha sido bien acogida por comentaristas y conductores de radio y televisión, prestos siempre a publicitar estrenos escandalosos, sin que ninguno cuestione a Estrada —en términos de crítica cinematográfica— por esa ambigüedad genérica que le permite trastocar en fallido gran guiñol un problema que debería provocar no comentarios jocosos del público, sino genuinos sobresaltos, como los que producen las películas clásicas de horror. Rozando la fanfarronería, Estrada se jacta de ser “un provocador profesional” mientras Carlos Loret de Mola presenta a El infierno como “Brutal, estremecedora”, Denise Maerker como una película “sin concesiones” y Brozo grita que es “¡Una chingonería!” Más lastimoso aún es el espaldarazo de cierta crítica “seria” a esta película —apoyada por el propio gobierno federal mediante la Comisión del Bicentenario, Imcine, Conaculta—, como es el caso de Fernanda Solórzano, quien afirma que “El infierno se sostiene sobre un guión que no deja al público tiempo para pestañear, una dirección de quien sabe lo que hace, actores en su mejor momento (Alcázar, para no variar) y, para los más sensoriales, un soundtrack extraordinario por derecho propio” (Letras Libres, septiembre de 2010).

Narco arrepentido y sediento de venganza, transfigurado inesperadamente en Tony Montana/Terminator, el anticlimático Benny, cuerno de chivo en mano, ajusticia al Estado mexicano y sus cómplices durante la ceremonia del grito de Independencia. Pero el problema está lejos de haber sido resuelto: el sobrino adolescente, nuevo sicario y también enfermo de venganza, continúa con la espiral de violencia. La reflexión de Estrada se agota aquí.

Tengo un blog!


No, no estaba muerto ni andaba de parranda... simplemente se me había olvidado que tengo un blog! Trataré de postear con más frecuencia mis notas y algunas noticias. Por ejemplo las novedades en Replicante.

martes, julio 20, 2010

En Replicante de julio: Periodistas


Ay, tres meses sin postear nada aquí! Ja ja... con el nuevo sitio de Replicante se me había olvidado... Va el editorial de esta nueva edición dedicada a los periodistas.

¿Quiénes son los periodistas? El fotógrafo de policiacas fumando frente a once decapitados; la reportera de sociales, incómoda entre la “gente bonita”; Hunter Thompson atravesando el desierto con un maletín lleno de drogas; una joven graduada con un salario de mierda y un jefe ignorante; los muckrakers aterrorizando a los políticos estadounidenses; el editor escudriñando letra por letra hasta la madrugada; Kapuscinski en medio de una guerrilla centroamericana; el periodista cultural encerrado en una exposición de arte contemporáneo; Huberto Batis hipnotizando a generaciones de estudiantes; el cronista paseándose por cantinas y prostíbulos; el cartonista partiéndose la cabeza para representar el 9/11 en una viñeta; Orson Welles narrando la imaginaria invasión alienígena por radio; el articulista sobornado por el gobierno; Alejo Carpentier discurriendo sobre el parentesco entre periodismo y ficción; el ciudadano que anuncia en Twitter la noticia —o el rumor— del día; todos los que buscaron conocer la verdad a través del lenguaje, los que salieron victoriosos y los que cayeron en la batalla.

Al cierre de la primera década de este siglo el periodismo se enfrenta a “nuevos retos” —además de seguir discutiendo sobre la naturaleza de la profesión misma—: las nuevas audiencias, los lectores de una nueva era, los usuario-lectores de la www, la importancia de los negocios de medios, el multimedia, el metamedio, la inclusión de nuevos observadores-relatores (“periodismo ciudadano”), la defensa del lector, la nueva dinámica en la era de la información y en fin, cómo treparse a una nave que ha zarpado hace ya más de dos décadas.

El periodismo conserva una premisa básica: aproximarse a la realidad, contar lo que otros no cuentan, lo que muchos ignoran, lo que aquéllos no desean que se sepa. Contar el mundo desde todos sus puntos cardinales. Fukuyama escribió El fin de la historia pero los hechos y los periodistas se empeñan en seguirla escribiendo. Desde su mirada intentan asir la realidad y moverse en dirección a ese espacio incierto que llaman “la verdad”. La objetividad, sabemos, es un mito que aún algunos intentan enseñar en el aula o al novato que cruza por primera vez una sala de redacción.

Se escribe no sólo desde lo que se ve y oye sino también desde lo que se es, interpretando y recreando una realidad que quiere explicar qué, quién, cómo, cuándo, dónde, por qué y para qué. Pero el “oficio más bello del mundo”, según García Márquez, se convierte también en el negocio más redituable. Rupert Murdoch lo sabe. La inmediatez se vuelve no una necesidad informativa sino moneda de cambio. Por ello es importante retomar la discusión del quehacer periodístico desde su propia esencia. De Gutenberg a la era digital el interés debe ser el mismo: hacer llegar la información y el conocimiento a más gente. Valdría la pena rescatar entre tantas percepciones la de Rosental Alves cuando dijo, pensando en lo que hace valer al periodismo también como negocio, que a los periodistas “no nos pagan por manchar papel con tinta”. O la pantalla con basura electrónica. ®

jueves, abril 15, 2010

Replicante digital: Tecnología, educación y cultura



No, no salió ya el número veintidós de Replicante (de febrero a abril). Muchos lectores nos han preguntado por qué dejamos de imprimir la revista. Ahora podemos responderles así: porque Replicante ha optado por el futuro.

Cada día es más evidente que las formas de leer —es decir, en las que se difunde el conocimiento— están mutando. Existen muchos nostálgicos del papel, de la letra impresa —nosotros entre ellos, lo confesamos—, pero el lanzamiento de artefactos electrónicos, como el iPad, confirma lo que algunos anunciaban: la lectura en pantalla privilegia el contenido y permite una distribución más amplia y alcances nunca antes vistos (e incluso en el futuro próximo podría dársele un merecido respiro a los árboles del mundo).

¿Alguien ha tenido que mudarse recientemente? Toda nuestra música cabe en un aparato que no pesa ni un cuarto de kilo mientras que nuestros preciados libros requieren, ay, decenas de pesadas cajas de cartón. ¿Cuántos usamos una biblioteca como herramienta de consulta y cuántos utilizamos Google, con acceso a cientos o miles de bibliotecas especializadas de todo el planeta? La imprenta está muriendo y lo digital irrumpe con fuerza, dice Craig Mod, y todos están confundidos, pero el hecho es que se está construyendo un acervo histórico que tejerá discursos y revolucionará no solamente las formas de leer un texto, sino de leer y comprender el mundo. Nosotros queremos formar parte de eso. En plena transición a la lectura en pantalla —cada vez más amigable, flexible, móvil—, el manejo de la hipertextualidad que fomentan los medios virtuales hace posible otras formas de producir libros, literatura, conocimiento.

Si en nuestros veintiún números trimestrales impresos llegamos a publicar a más de mil autores en cinco años, ahora podremos darle espacio a muchos más, con actualizaciones más frecuentes. Conservamos las antiguas secciones: Reseñas y noticias sobre los más diversos tópicos; Apuntes y crónicas, con otra visión del periodismo; Pensamiento y reflexión, con el tema central tratado a profundidad desde varias perspectivas, y creamos unas nuevas, como las columnas en las que destacados escritores, académicos y ensayistas tratan ya temas como la ciencia, el arte, los libros, la literatura gráfica, el humor, el periodismo, la política nacional, las fronteras, el cine… Inauguramos nuestras galerías para la plástica, la fotografía, la gráfica, la animación y el cómic, así como secciones especiales para la política y la sociedad, la investigación en ciencia y tecnología y las distintas facetas de ese mundo siempre en guerra que es la literatura, así como una hemeroteca en la que podrá leerse de nuevo textos publicados a lo largo de las ediciones impresas. Contamos desde ahora con formatos de audio y video, lo cual abre otro gran campo de posibilidades de expresión: videos, transmisiones en vivo, música, podcasts de entrevistas y reportajes, como los que presentamos en esta nueva edición. Por ello la pertinencia del tema central con el que inauguramos esta nueva etapa: Tecnología, educación y cultura.

Ahora las posibilidades de interactuar con nuestros lectores son mayores, tanto en este sitio como en las redes sociales que compartimos. Todos los contenidos pueden ser comentados, y nuestros autores también participarán. Esperamos que esto eleve el nivel del debate.

La revista seguirá cultivando los valores a los que ha tratado de ser fiel: pluralidad, inteligencia, apertura crítica, irreverencia, manejo de temas actuales (y al mismo tiempo con una larga vigencia), receptividad a diversos estilos y una gran variedad en los colaboradores. Nos impulsa la misma motivación: explorar ideas para un país en ruinas. Sólo que ahora estas ideas encontrarán otras formas de manifestarse, algunas seguramente muy novedosas: ¿qué adelantos nos sorprenderán el próximo mes?

Para quienes no dejarán de leer en papel tenemos una buena sorpresa: publicaremos un libro anual con pasta dura e impreso a todo color, con materiales inéditos y una selección de los mejores ensayos y contenidos gráficos de la versión digital. El primero de la colección se publicará en noviembre de este año.

Bienvenidos sean, pues, ¡y feliz y provechosa lectura digital! www.revistareplicante.com

domingo, marzo 28, 2010

Intelectuales canallas


[Flores Olea aplaude al poder. Foto © Rogelio Cuéllar]

Sólo un canalla puede respaldar la infame afirmación de la dictadura cubana al acusar a Orlando Zapata y a Guillermo Fariñas de ser delincuentes comunes y de estar financiados por “el imperialismo yanqui”. Entre otros “intelectuales, académicos, luchadores sociales, pensadores críticos y artistas de la Red En Defensa de la Humanidad” (sic), Víctor Flores Olea y Pablo González Casanova dicen en el desplegado “En defensa de Cuba” que lamentan el deceso del “preso común Orlando Zapata, pero no admitimos que su muerte [...] sea tergiversada con fines políticos muy distintos y contrarios a los de la defensa de los derechos humanos”. Los muy democráticos académicos también exigen “respeto a los procesos internos del pueblo cubano para definir y ejercer su democracia”. ¿Será que estos intelectuales ignoran que desde el triunfo de la guerrilla de Castro y el Che Guevara desaparecieron en Cuba las libertades de tránsito, de asociación, de prensa, de pensamiento, y que los disidentes, incluso los de izquierda, muchos de ellos compañeros de armas de Fidel, fueron fusilados, presos o exiliados y borrados de la historia oficial? De ello hay cientos de documentos y testimonios que Flores Olea y González Casanova —hombres libres que pueden decir en su país absolutamente todo lo que piensan— prefieren soslayar, al mejor estilo del pintoresco intelectual de izquierda descrito por Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa en el Manual del perfecto idiota latinoamericano (Barcelona: Atlántida, 1996), ese que culpa de todos los males de la doliente Iberoamérica a la burguesía y al imperialismo.
Escritor y fotógrafo, Víctor Flores Olea fue director de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM y fue, sobre todo, funcionario de gobiernos priistas desde mediados de los años setenta, diplomático y primer presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (1988-1992), creado por Carlos Salinas de Gortari para orientar las pautas oficiales en los asuntos del arte y la cultura. Y como tal fue una pieza desechable.
En 1992 la revista Nexos organizó el Coloquio de Invierno en respuesta al Encuentro por la Libertad organizado dos años antes por sus rivales de la revista Vuelta, dirigida por Octavio Paz, entonces el intelectual más influyente del país. Paz montó en cólera por haber sido invitado a destiempo a un coloquio que, alegaba, había sido financiado con fondos públicos. Nadie ha desmentido la versión de que el Nobel le pidió al presidente Salinas que corriera a Flores Olea del Conaculta. En todo caso, el funcionario aceptó sin chistar la patada en el trasero, aunque después fue premiado con la representación de México ante la ONU. Más tarde se convertiría al neozapatismo y desde entonces promulga una globalifobia elemental en todos sus artículos, recogidos puntualmente por medios al servicio de Hugo Chávez, como rebelión.org.
El sociólogo y ex rector de la UNAM de 1970 a 1972, Pablo González Casanova, autor de La democracia en México (1965) y orgulloso neozapatista, cree también que Cuba es una democracia ejemplar y que uno de los mejores exponentes del socialismo democrático es Hugo Chávez (véanse sus artículos en La Jornada). Otro firmante del desplegado, el antropólogo y ex diputado del PRD Gilberto López y Rivas, fue reclutado por la KGB —la policía secreta soviética— a mediados de los setenta como espía para la URSS y Cuba mientras estudiaba en Estados Unidos. No lo ha desmentido.

Naufragio cubano


[Guillermo Cabrera Infante en Santiago de Cuba leyendo a Kerouac, 1959]

Adolfo Hitler dijo en 1944: “Alemania jamás se hundirá”. En los turbulentos primeros meses de la revolución cubana Fidel Castro, al ver los miles de ciudadanos que escapaban del régimen de terror que ya se imponía por toda la isla, afirmó algo parecido después de equiparar a los que huían con las ratas que saltan de una nave en desgracia: “Este barco nunca se hundirá”. Las citas provienen de Mea Cuba, el libro de crónicas políticas de uno de los mayores escritores de la lengua española, Guillermo Cabrera Infante. “¿Qué hace un hombre como yo en un libro como éste?”, se pregunta el autor de piezas magistrales como Tres tristes tigres y La Habana para un infante difunto. “Nadie me considera un autor político ni yo me considero un político. Pero ocurre que hay ocasiones en que la política se convierte intensamente en una actividad ética. O al menos en motivo de una visión ética del mundo, motor moral”. Durante más de cuarenta años, hasta su muerte en 2005, la dictadura de Castro, su infamia cotidiana, fueron la obsesión de Cabrera Infante, quien no vivió para ver el final de un sistema totalitario que cumplió ya medio siglo y que aún hoy, completamente esclerosado, calumnia y trata como delincuentes comunes a los que se atreven a exigir libertad y morir por ello.
Entre los periodistas que simpatizaban entonces con la revolución estaba el también fallecido Tomás Eloy Martínez. El periodista y novelista argentino entrevistó a Cabrera Infante, que había sido fugazmente director del Consejo Nacional de Cultura, funcionario del Instituto de Cine y editor del semanario cultural Lunes de Revolución antes de dejar Cuba definitivamente en octubre de 1965. La entrevista —que Cabrera Infante respondió por escrito con largueza y prolijidad— fue publicada en 1968 en el semanario argentino Primera Plana, del que Eloy Martínez fue jefe de redacción de 1962 a 1969, pero antes el periodista había enviado a La Habana las pruebas de imprenta —no se sabe si a petición de ellos o por motivación propia—, como también se las había hecho llegar a Londres al mismo Cabrera Infante, ya exiliado. En esas pruebas habían desaparecido las menciones a las arbitrariedades y actos de represión de la joven revolución —por ejemplo, contra Heberto Padilla y su “contrarrevolucionario” poema Fuera del juego—, algo que en un tono afable y elegante Cabrera Infante le reprocharía a Eloy Martínez en una sentida carta: “Tú no sabes, Tomás, lo que es vivir en un país sin constitución, sin derechos individuales, donde el enorme aparato represivo (mis estadísticas, también suprimidas, no están, créeme, inventadas) está al servicio no de una idea o de un régimen, sino de la biología de UN SOLO individuo”. “Esto es”, le escribía el cubano, “mientras más lo pienso, una monstruosidad histórica”.
Las preguntas que Tomás Eloy Martínez le hizo a Guillermo Cabrera Infante son: ¿Por qué está fuera de Cuba?, ¿Cómo trabaja fuera de su país?, ¿Por qué eligió Londres? y ¿En qué condiciones volvería? Vale la pena volver a leer sus documentadas respuestas en Mea Cuba (Plaza y Janés, 1992).
Coda: cuando en 1964 a la bibliotecaria de la Casa de las Américas, Olga Andreu, se le ocurrió poner en una lista de recomendaciones la reciente novela Tres tristes tigres fue despedida; al poco tiempo se suicidó. Desde entonces, en ninguna biblioteca de la isla entera se encontraría ningún libro de autores cubanos disidentes, como Reynaldo Arenas, Severo Sarduy y tantos más...

Adolfo Patiño


[Adolfo Patiño. Foto © Pedro Meyer]

Unas semanas antes de su trágica muerte, el 30 de agosto de 2005, Adolfo Patiño había declarado a Merry McMasters, de La Jornada: “Estoy entrando al umbral del renacimiento, estoy naciendo en un momento de decadencia mundial, digamos, porque el arte ya no tiene mucho sentido filosófico, sino que se ha vuelto un producto comercial, sobre todo sin identidad a causa de la globalización”. Lo decía un artista que incorporaba en su obra el arte popular mexicano, la historia y el arte universales, los mitos y la tradición envueltos en un tratamiento que hacía rozar lo sagrado con lo profano y que con frecuencia se permitía la ironía y el juego —inventó los “marcos de referencia”, hechos de reglas escolares de madera con los que enmarcaba su obra—. Se rendía ante la Virgen de Guadalupe como ante la imagen de Frida Kahlo, pero también admiraba con fervor a Andy Warhol y a Keith Haring, a Marcel Duchamp, a Manuel Álvarez Bravo y a Juan José Gurrola. Lo mismo artista pop que conceptual, fue celebrado —y regañado— en su momento por Raquel Tibol y por el también fallecido Olivier Debroise, quien lo llamó “el artista joven de México”.
Nacido en 1954 en un suburbio nororiental de la Ciudad de México, urbe cuyas entrañas conocía y amaba como pocos, Adolfo se encontraba en un impasse meditabundo de su agitada vida. Polémico y grandilocuente, Adolfotógrafo —como también se le conocía— fue fundador, con su hermano Armando Cristeto, del grupo de arte experimental Peyote y la Compañía (1978-1984) y del Grupo de Fotógrafos Independientes (1976-1984), con los que presentó performances y exposiciones en distintos puntos de la ciudad.
El crítico español Manuel García lamentó la suerte del artista en los siguientes términos: “Siento que, al perder el equilibrio, nocturno, en la terraza de su propia morada, no pueda gozar del Sistema Nacional de Creadores; del privilegio de ser honoris causa de la UNAM o ver su retrospectiva en el Museo Carrillo Gil. A menudo, la moral de los creadores independientes se ajusta mal al corsé académico de las instituciones”. Es cierto, el carácter tempestuoso de Adolfo le valió el desdén de muchos pero también la admiración de otros. Sigue el desconcierto de Manuel García: “He acudido a mi biblioteca mexicana para ver si tenía un catálogo suyo, aparecía en la colección Río de Luz o siquiera una carpetita de Litográfica Turmex y no lo he encontrado en el templo de los consagrados. A lo mejor le compró una obra un coleccionista norteamericano, está en la fototeca de Álvarez Bravo o hay obra suya en el Centro de la imagen. Fugitiva eternidad. [...] Habrá que revisar, con ojo atento, el aporte artístico de este indomable creador de imágenes, que se fue cuando entraba en la mejor etapa de la vida: obra madura, ideas claras y ganas de vivir” (zonezero.com). Seguramente Adolfo habría continuado su trabajo una vez que superara esa etapa oscura. Hoy su obra se encuentra dispersa y apenas hay unos cuantos catálogos que reproducen sus mejores piezas. Él mismo decía que se encontraba en stand by pero, voluntarioso como era, confiaba en que retomaría su lugar, expondría en galerías y museos de México y regresaría a Nueva York “a tocar puertas y a picar piedra”. Acaso Cuauhtémoc Medina podría hacer un necesario catálogo razonado de su obra. La biografía de Adolfo Patiño espera un autor paciente, aunque ya un anónimo bloguero ha publicado una extraordinaria semblanza de este artista sui generis en: silvidonna.blogspot.com

Un país a su medida


Alguien puso a circular en la red otra vez el discurso que Denise Dresser leyó en la entrega de los reconocimientos de la revista Quién a “Los cincuenta personajes que mueven a México” (abril de 2009). Al fracaso y la victimización que según ella obsesionan al país, la mediática politóloga —incluida en esos cincuenta y también entre los 300 líderes escogidos por la revista Líderes Mexicanos— opuso las virtudes que distinguen a ese grupo de talento y excelencia nacional: “Por cada tache que se le pueda colocar a este país, existe una paloma”, dijo, y elogió “La determinación de Lorena Ochoa” —para ganarse unos milloncitos jugando al deporte más popular de México—; “La pluma de Carlos Fuentes” —no se refiere a sus recientes maquinazos, seguramente—; “La inteligencia de Mario Molina” —más apreciada en Estados Unidos que acá—; “El profesionalismo de Carlos Loret de Mola” —como el de todos los conductores de Televisa, ¿verdad?—; “El talento de Salma Hayek. La chispa de Diego Luna” —¡nuestra Catherine Deneuve, nuestro Johnny Depp!—; “La imaginación de Ángeles Mastretta” —¡el Nobel, el Nobel!—; “El humor de Carlos Monsiváis” —humor que se le agotó al rendirse ante el Peje y que no demostró citando en “Por mi madre bohemios” ni una sola frase de Dresser—; “La sencillez de Gael García Bernal” —que raya en el retraso mental, como lo prueba Déficit—; “Las canciones de Julieta Venegas” —conveniente festejo del pop más conservador—; “El periodismo implacable de Miguel Ángel Granados Chapa” —implacable, pero parcial, y a mucha honra—; “La voz de Ximena Sariñana” —usted debe estar bromeando, señora Dresser—; “Los huipiles de Beatriz Paredes” —ésa sí que es una broma muy pesada.
Además de las corteses palmadas a los elegidos por Quién, la académica suma todo lo que ama de su país: “Las enchiladas suizas de Sanborns” —pero en su programa del canal 22, patrocinado por Movistar, critica a Slim—; “El cine de Alfonso Cuarón” —a la altura de Truffaut, ni más ni menos—; “El valor de Emilio Álvarez Icaza” —explico: el valor que le faltó como presidente de la CDHDF para exigirle a Ebrard que cumpliera las recomendaciones relativas a redadas y detenciones arbitrarias—; “Los huevos rancheros y los chilaquiles con pollo” —de Sanborns, ¿no?—; “Los libros de Elena Poniatowska” —¡cómo! ¿dejaron fuera de la lista a Elenita?—; “Los tacos al pastor con salsa y cilantro” —pero los del María Bonita, en Polanco—; “El mar en Punta Mita” —desde el Four Seasons se ve increíble—.
En la lista de Quién también aparecen personas decentes junto a los dueños de Televisa, de TV Azteca y comunicadores como la rectísima Carmen Aristegui y la eminente Paty Chapoy, pero esta última no fue mencionada pues a Dresser ya le andaba por hablarle a los poderosos sobre pobreza, inseguridad, criminalidad y esas cosas que asustan a los mexicanos. En 2007 la revista Poder y Negocios presentó a Dresser como una “conciencia moral para miles de mexicanos”; “una de las periodistas más respetadas y con mayor credibilidad del país”. ¿De veras? Recordemos lo que escribió nada menos que León Krauze sobre México: lo que todo ciudadano quisiera (no) saber de su patria, el libro que la politóloga y Jorge Volpi fabricaron calcando fielmente America: The Book, del humorista Jon Stewart (Letras Libres, mayo de 2006). Los autores se defendieron —en Proceso— alegando que ese libro nomás les había servido de “inspiración”. ¿Escogerán a Dresser otra vez en la próxima lista de notables?

El poeta y el asesino


[Carlos Salinas y Villalobos. Foto © Fabrizio León]

En su artículo “Doce mitos de la guerra contra el narco” (Nexos, enero de 2010) el ex guerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos defiende la tan cuestionada y contraproducente guerra contra el narco de Felipe Calderón. “Quien está teniendo más muertos, capturas y deterioro moral en sus filas es quien va perdiendo la guerra”, escribe Villalobos, “y en el caso de México son los narcotraficantes”. Afirma que “la mayor parte de las bajas de los delincuentes resultan del proceso de autodestrucción de los cárteles, que se profundiza cuando el Estado los confronta; en este tipo de guerra, esto es un progreso”, observa con un optimismo que ya parece incomprensible. Este ensayo mereció en la XXI Reunión de Embajadores y Cónsules de México del 7 de enero el elogio del presidente; poco menos de un mes más tarde quince jóvenes muy probablemente inocentes fueron violentamente asesinados en Ciudad Juárez por presuntos sicarios del narcotráfico.
Joaquín Villalobos es un personaje polémico por su violento pasado; hoy es “consultor internacional en solución de conflictos” y cercano a presidentes como Carlos Salinas de Gortari y Álvaro Uribe. “Ahora se proclama abanderado de una izquierda distinta, [pero Villalobos] es nada más y nada menos que uno de los asesinos de mi padre, el poeta salvadoreño Roque Dalton García”. Es Jorge Dalton quien lo denuncia en “La noche de los asesinos” (cubanet.org, 19 de octubre de 2005), aunque ya Gabriel Zaid nos lo había recordado hace más de veinte años en “Camaradas enemigos” (De los libros al poder, México: Grijalbo, 1988), ensayo en el que relata la procedencia y las relaciones de parentesco entre la clase dirigente de El Salvador y entre ésta y los líderes de las guerrillas, así como los ajustes de cuentas entre sus distintas facciones.
Joaquín Villalobos fue uno de los máximos dirigentes militares del Ejército Revolucionario del Pueblo. Guillermo Osorno lo entrevistó en Oxford cuando Villalobos se dedicaba ya a la investigación. “Cuesta trabajo pensar que sobre él pesan la ejecución, a mediados de los setenta, del poeta salvadoreño Roque Dalton”, escribe Osorno; “el ajusticiamiento de más de una decena de alcaldes en la zona ocupada por el FMLN; el reclutamiento forzoso de jóvenes guerrilleros; el descuido en la implantación y retiro de minas antipersonales, que provocó tantas muertes civiles al final del conflicto” (Letras Libres, septiembre de 1999).
Una persona tiene derecho a cambiar de ideas y de actividades, renegar de su pasado —más aún si éste se halla poblado de crímenes— y reintegrarse a la vida civil. Pero en el caso del marxista Villalobos sus asesinatos no fueron castigados por la justicia. Como el de Roque Dalton. En 1975, con otros guerrilleros, Villalobos lo secuestró y sometió a “consejo de guerra” por los constantes “cuestionamientos que el poeta hacía sobre los métodos estalinistas y maoístas empleados por la dirección de esa organización”, escribe el hijo de Dalton, y prosigue: “El poeta fue golpeado salvajemente durante los días previos a su asesinato. Sus verdugos, entre ellos Villalobos, sabían de antemano a quién asesinarían. Se jactaban diciéndole en cada golpiza que pronto acabarían con la vida de un ‘intelectual de mierda y pequeño burgués’, [y que] ‘en las filas de los revolucionarios no había cabida para semejantes traidores’”. Hoy Villalobos se codea con intelectuales ilustres y al parecer vive sin remordimientos. ¿Es mejor su moral que la de los narcos?

Judeofobia


En un puesto de libros viejos compré uno mal impreso y peor editado –cientos de erratas, diseño aberrante—, al parecer en Bogotá, según se lee en un sello en la segunda página, por una “Editorial La Verdad”, aunque en la contraportada un logotipo reza “Ediciones La Torre”. En el remedo de prólogo, que en cinco párrafos condensa una buena dosis de cretinismo intelectual, se previene al lector: “todas las frases aquí incluidas son documentalmente ciertas y comprobables. Casi todas han sido sacadas directamente de las obras de los autores y sólo unas pocas, que se advierte, lo han sido de otras fuentes rigurosamente auténticas y aún (sic) las que están extraídas de novelas, obras dramáticas y otras, en las que son dichas por boca de un personaje y no del autor directamente, hemos cuidado mucho el evitar que, al aislarlas, cambiase su sentido. Las frases o fragmentos que proceden de obras de este tipo sólo van incluídas (sic) cuando no ha habido duda sobre el (sic) que el autor ha querido decir. Y así, cuanto se dice en este libro, es lo que pensaban los autores sobre la raza judía”. El libro se llama 150 genios opinan sobre los judíos.
La editorial —no se sabe cuál de las dos— firma el prólogo no sin antes curarse en salud: “quede bien claro que cuanto aquí hay escrito sobre los judíos no es nuestra opinión —que muy poco valdría—, son testimonios avalados por las más prestigiosas firmas y si en la modesta opinión de Schopenhauer y Hegel, de Fichte y Napoleón, de Voltaire y de D. Holbach, de los Papas, Lutero y Mahoma —personajes todos ellos enfrentados en su tiempo— los judíos son así, no seremos nosotros los que tengamos la pedantería de negarlo”. Finalmente, los escurridizos editores aún tienen la gentileza de avisar sobre una futura recopilación de “las opiniones de los judíos sobre sí mismos, para demostrar que cuanto aquí se dice se halla reconocido por uno u otro pensador judío (y que según nuestras investigaciones son muchísimos), de los cuales ya hemos incluido tres: Marx, Rathenau y Weininger”.
Dejemos opinar a unos cuantos de los “genios” antologados en esta muestra de sabiduría antisemita. Pero no se llame a engaño, incluso la razón del más lúcido puede nublarse por prejuicios que han pervivido y mutado durante cientos de años. De Rafael (sic) Waldo Emerson: “El sufrimiento, que es el escudo del judío, lo ha convertido en estos días en el amo de los amos del planeta”. Francisco (sic) Bacon: “Odian el nombre de Cristo y tiene un secreto e innato rencor contra los pueblos entre los cuales viven”. Pío Baroja: “El judío tiene un fondo de rencor contra Europa, considera que el europeo le ha ofendido y entra con placer en todo lo que puede desacreditar nuestro continente. Así se le ve figurar en el teatro, en la novela y en el cine erótico, en el cubismo, en las falsificaciones y en la legitimación del homosexualismo con Freud y sus discípulos”. Henry Ford: “No necesitamos la Liga de las Naciones para poner fin a la guerra. Poned bajo control a los cincuenta financieros judíos más ricos, que producen guerras para su único provecho, y las guerras cesarán”. Finalmente, entre tantas perlas, la de un político franquista, Onésimo Redondo: “Los instrumentos de dominación judaica son el dinero y la prensa. En Los protocolos [de los sabios de Sión] los judíos afirman que el sufragio universal es su instrumento de dominación”. Es necesaria demasiada ingenuidad, o estupidez, para creer a los judíos dueños absolutos del mundo. (Lee este artículo).

Huberto Batis


[Foto © Paola Hidalgo]
Enrique Serna lo pinta bien: “Indisciplinado hasta la grosería, incapaz de moderarse ante nadie ni de aceptar presiones por motivos políticos, Batis se ha hecho fama de energúmeno entre la gente que confunde la actividad cultural con las relaciones públicas. Pero gracias a su labor editorial, un numeroso grupo de escritores ha podido ejercer la crítica sin cortapisas y hacer sus primeras armas literarias ante un público lector exigente y participativo, sin tener que prestarse a los juegos de la diplomacia convenenciera” (Letras Libres, marzo de 2000). Exacto. Yo fui uno de los cientos de alumnos de Huberto Batis. No estuve en sus clases en la Facultad de Filosofía y Letras, pero sí en su oficina y en comilonas memorables por sus hilarantes anécdotas de personajes del medio literario y artístico, y tuve además el privilegio de haber sido publicado por él en el suplemento sábado del diario unomásuno.
Hace mucho tiempo que no veo al terrible, entrañable Huberto. Quizá desde que vivo en Guadalajara —donde, por cierto, nació en 1934 y a donde vino en 2001 a recibir el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez de la Feria Internacional del Libro. La última vez que lo saludé él comía y brindaba con Guillermo Fadanelli en el Seps, un restaurante alemán de la colonia Condesa. Conocí al erudito escritor, crítico literario y editor en medio de tambaleantes torres de periódicos, libros y revistas en su guarida del sábado, el esperado tabloide semanal en el que publicó miles de cuartillas de escritores consagrados y aspirantes a serlo, algunos extraordinarios, y también a artistas, fotógrafos e incluso a vedettes, como Fuensanta, actriz fetiche de otro grande y también uno de sus colaboradores: Juan José Gurrola.
Es fácil enterarse del imponente historial de Huberto Batis: hazte su fan en Facebook, aquilata la importancia de uno de los protagonistas y agitadores más activos de la cultura mexicana contemporánea. De ojillos vivarachos y memoria exacta, intacta, Huberto puede ser el maestro más generoso pero también un energúmeno que explota ante la estupidez, la ignorancia o la impertinencia. Algunas veces fui testigo de cómo su enojo surgía conforme avanzaba, lápiz en mano, en la lectura de un artículo mal redactado. Si el autor estaba presente lo reprendía con un regaño que hacía enmudecer, casi llorar, al pobre infeliz, y si no estaba simplemente rompía el mecanuscrito tachonado de correcciones. En una ocasión llevé a Fernando Nachón para que le regalara De a perrito, su flamante novela de sexo, celos y alcohol. Batis, consumado erotómano, recibió el obsequio con agrado y le pidió a Nachón que se lo firmara. El joven escritor jalapeño abrió el libro, alistó la pluma y se volvió para preguntarme: ¿Cómo se llama? ¡Carajo, Nachón!, le dije, ¡es Huberto Batis! Ah, sí, me respondió, pero en el rostro paternal de Huberto ya había una expresión de fastidio y, clavándome sus ojos, se quejó: Para qué me lo traes si no sabe quién soy... Salvé la situación, creo, diciéndole que Nachón acababa de fumarse un churro gigantesco y que eso hacía que se le cruzaran los cables. Nachón asintió y Batis esbozó una mueca complaciente. El asustado escritor admiró un display de la actriz Bibi Gaytán y pasamos a otra cosa.
Huberto Batis, sabio y provocador, nunca tuvo prejuicios a la hora de publicar en el mismo espacio ensayos académicos, periodísticos y hasta pornográficos. Un clásico contemporáno en vida, irrepetible.

Dictadores


[Franco y Hitler]
El “Caudillo de España por la gracia de Dios”, Francisco Franco, fue dictador de 1939 a 1975 —¡treinta y seis años!—, cuando tuvo por fin el buen gusto de morirse. A pesar de que España ha sido históricamente un país conformado por distintas naciones —diversas tribus celtas y germanas, además de árabes y judíos en porcentajes significativos—, Franco abrazó la patraña de la conspiración mundial del judeomarxismo y el gran capital internacional para apoderarse del mundo, contra los que había que luchar a muerte. “Da leyes católicas, ayuda a la Iglesia, es un buen católico... ¿Qué más quieren?”, dijo de él el papa Juan XXIII. Franco fue vencedor en la sangrienta Guerra Civil —se calcula de 500 mil a un millón de muertos— con la ayuda del nazismo alemán, pero en la Conferencia de Hendaya de 1940 se negó a participar en la II Guerra con las potencias del Eje porque, le dijo a un Führer muy contrariado, la desgarrada España no estaba preparada para entrar en otra contienda y por ello decidía permanecer neutral. Hitler le confesó después a Mussolini que “preferiría que le arrancaran tres o cinco dientes antes que tener que soportar una vez más una entrevista con Franco” (George Roux, “La entrevista Franco-Hitler en Hendaya”, en el sitio de la Fundación Nacional Francisco Franco: www.fnff.es).
Integrista religioso, Franco impuso leyes como la de Responsabilidades políticas para perseguir y encarcelar a sus enemigos, muchos de ellos obligados a realizar trabajos forzados. Con la Ley de Represión al comunismo y la masonería enjuició a miles de republicanos, muchos de los cuales fueron condenados a prisión, a muerte o al destierro, previa confiscación de sus bienes. Mediante la Ley de vagos y maleantes el autoritarismo franquista torturó y asesinó a miles de homosexuales y a otros tantos los sometió a infames “tratamientos de rehabilitación”, pues eran considerados criminales a los que se les prohibía trabajar.
Leónidas Trujillo dio un golpe de Estado en 1930 y permaneció en el poder en la República Dominicana hasta 1961. Trujillo fue especialmente sanguinario con sus adversarios y se enriqueció al amparo de sucesivos gobiernos estadounidenses, hasta que fue asesinado en otro golpe militar. De común acuerdo con François Duvalier, el entonces demencial dictador de Haití, asesinó a 30 mil campesinos haitianos en 1958 arguyendo razones de “seguridad”. El asesinato a palos de las opositoras hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal en 1960 fue el colmo y el principio de su caída.
Fidel Castro cuenta ya medio siglo aferrado al poder, aunque sea su hermano quien lo ejerce nominalmente. En 1959 la revolución cubana despertaba simpatías en todo el mundo, pero Castro muy pronto traicionó los principios democráticos, se declaró marxista y se puso bajo la tutela de la Unión Soviética. Castro castigó duramente a los opositores, mandó a la cárcel o al paredón incluso a ex camaradas suyos y estableció su propio Gulag: las Unidades Militares de Ayuda a la Producción. Canceló las libertades de prensa, de organización fuera del Partido Comunista y de libre tránsito, y desde entonces culpa de todo al imperialismo yanqui.
En el México que trastabillea en su camino a la democracia hay quienes afirman —con ligereza, pero con libertad innegable y sin ser perseguidos, encarcelados o apaleados por ello— que padecemos una dictadura “fascista”, sin recordar que el inepto, católico y conservador presidente Calderón se irá en menos de tres años...

El sol de la tarde


[Foto © Víctor Ayala]
En Los días y los años (Era, 1971; Planeta, 2008) Luis González de Alba vertió la memoria intimista y cruda de las experiencias vividas al fragor de la revuelta estudiantil de 1968 y sus secuelas, una reflexión que continúa en Otros días, otros años (Planeta, 2008). Las acaloradas discusiones sobre la izquierda y el modelo a seguir por un país asfixiado por el autoritarismo priista —transitar lentamente a una democracia efectiva o instaurar cuanto antes, por la vía de las armas, una dictadura “proletaria”—, el encierro en prisión y la nostalgia desde el exilio, así como las intrincadas relaciones personales de amistad, deseo y amor —no siempre consumado— entre camaradas, son elementos que distinguen a la obra narrativa ya considerable de González de Alba: Jacob, el suplantador, Agápi mu (Amor mío), Cielo de invierno, Cuchillo de doble filo, novelas a las que ahora se suma con mayores ambiciones El sol de la tarde (Quimera, 2009).
El sol de la tarde comprende los veinte largos años que van del 1968 mexicano a la caída del Muro de Berlín y el desmantelamiento del comunismo soviético poblados por personajes tan variopintos y complejos que hacen de la novela un agitado tour de force: de la masacre a la cárcel al exilio al retorno al activismo unos a la guerrilla otros al desencanto final. Es también la historia cargada de intensidad y desmesura del amor imposible entre Paco Torres y David Sánchez, educados hombres de izquierda con acentuadas diferencias ideológicas y distintas preferencias sexuales. A éste le gustan los hombres viriles y enérgicos, como Paco, y la idea de una transición pacífica a la democracia, por eso las frecuentes reuniones sindicales y para formar un nuevo partido de izquierda; a aquél le seduce la violenta posibilidad de la revolución tanto como los cuerpos lampiños de púberes de trece años, a los que llega a acosar con la tenacidad y la imprudencia de un Humbert-Humbert adolescente de sexualidad desbocada. Una amistad entrañable que no se rompe por esa razón, sino por las divergencias insalvables en torno al país que se imaginan y los métodos que se deben seguir para alcanzarlo. Todo ello en medio de digresiones eruditas, confesiones dolorosas y ríspidas discusiones sobre la ideología como una religión entre vívidas escenas del libérrimo underground homosexual de la Ciudad de México, hasta la mortífera aparición del VIH.
“Creyó que casándose, teniendo relaciones sexuales fáciles con su esposa, olvidaría la atracción sexual que le producían algunos jovencitos en el Metro, en la calle, a la salida de sus escuelas”, le confiesa Margarita, esposa de Paco, al enamorado David. Pero esa atracción se volvió irresistible, tanto como los fervientes deseos de Paco por irse a la Nicaragua sandinista para “sacar adelante la Revolución”. Una noche David invita a Paco a una reunión secreta con el Comandante Cero, quien, decepcionado, habla de la rapacidad de los sandinistas que se han apropiado de las mansiones, de los lujosos autos y hasta de las sirvientas de los somocistas. Es un traidor, le dice Paco a David, lo que desencadena la agria disputa final, el rompimiento inevitable. Los sandinistas, finalmente, serían derrotados en las elecciones. La utopía se alejaba cada vez más y llegaba el desencanto.
El aliento de Kavafis se funde con el de Pasolini en cada página de esta obra de limpia prosa, en la que también campea un melancólico espíritu libertario.

El fracaso de Calderón


El fracaso de Felipe Calderón —si a tres años del final de su gobierno ya puede calificarse como tal— es también el fracaso de la clase política mexicana. Esto de ninguna manera exculpa al presidente ni a su gabinete, pues todos ellos han demostrado sobradamente su ineptitud y su incapacidad. A estos defectos se han sumado la desfachatez y la estrechez de miras de congresistas —eso sí: patrioteros a más no poder— así como sus mezquinos regateos, lo que ha producido reformas contrahechas y propuestas aplazadas indefinidamente. Acaso la discusión seria y la aprobación de la reforma política significaría una tímida luz al final de la caverna.
Una parte importante de la población está irritada con los políticos y con el presidente, aun cuando no sean ellos culpables de la crisis que azota al país. Pero lo son por la torpeza con que reaccionaron —a lo que se suma el desempleo, la carestía y, encima, la violencia y la inseguridad. Una muestra muy peculiar de este enojo es la campaña en Facebook que llama a reunir un millón de firmas con el fin de lograr la renuncia del presidente.
Teóricamente no sería difícil reunirlas, pues entre los que no votaron por el candidato panista más los desencantados que sí lo hicieron sumarían bastante más que eso. Pero el grupo “A que en 30 días juntamos 1,000,000 que quiere que renuncie Calderón”, abierto el 22 de diciembre pasado “Para todos los que ya están hartos del enano en los pinos” (sic), lleva apenas —13 de enero a las 12:26— 166,184 adherentes, una cifra muy baja si se pretende que para el 22 —el próximo viernes— se alcance el arbitrario millón (¿por qué uno y no dos?).
Si bien el grupo se dice “completamente apartidista” e impulsado por “ciudadanos hartos de las burlas del gobierno”, entre sus principales referentes están El Sendero del Peje y Gerardo Noroña, entre otros similares. También hay agradecimientos a La Jornada, a Proceso, Carmen Aristegui y, escribe N. Toxtle, a “todos los que nos dan voz”. J.L. Herrera escribe (respeto su redacción): “quizás no se llegue el millón en lo estipulado, pero eso ya no es tan importante, lo escencial es que cada día se suman más y más y cada vez lo medios empiezan a hablar de ello”. J. Rivera, con vaga sensatez, opina (con su peculiar ortografía): “si, que se vaya calderon, pero esto no es la solucion [...]. necesitarian irse muchos mas que le hacen tanto daño a nuestro méxico: elba esther gordillo, diego fernandez, manlio fabio beltrones, empresarios como emilio azcarraga, salinas pliego y roberto hernandez; y un monton de diputados, senadores, gobernadores y funcionarios publicos”. También hay lugar para la inocencia, como la de Y. González: “Ya cuantos somos, estamos cerca de la meta o todavia muy lejos”. Temerario, G. Rodríguez propone: “Una vez que renuncie lincha!!!” Y, entre tantos más, uno que sabe que el millón de firmas no serviría absolutamente de nada: “no sean ilusos, este tipo de protestas funciona en paises democraticos y que respetan el estado de derecho, en Mexico es como mear al aire [...]. LLAMENME REVOLTOSO Y LOCO [...] esos fueron los mismos peyorativos que gritaron en contra de Madero, Villa, y Zapata. Abran los ojos y dense cuenta que situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. LA GUERRA EN CONTRA DE LA CLASE POLITICA ES INMINENTE Y NECESARIA”. De la grilla catártica al terrorismo verbal, ésta es una protesta estéril porque sus efectos serán nulos. Algo más: ¿a quién pondrían en lugar de Calderón?

Berlusconi

En los primeros días de enero las calles están vacías y el sol emite una luz tan blanca que apenas entibia la piel. El autobús avanza lentamente por la avenida, como si el chofer buscara algunos pasajeros en las esquinas desoladas. Se puede leer con tranquilidad en el desvencijado camión, a pesar de que los diarios ofrecen noticias y fotografías que hacen sobrecogerse a cualquiera.
Hay algo sobre Berlusconi. Recuerdo que no pocos amigos y conocidos, algunos de ellos periodistas, festejaron el golpazo que le asestó un desquiciado y que le rompió la cara. Lo confieso, a mí me dio un poco de pena. No se trató de un acto político y Berlusconi no es un dictador, sino el primer ministro de una democracia europea. Y es muy popular, nos guste o no. No entendí esa risa. Es un fascista, dijeron algunos para justificar el atentado. Sin embargo, saben en el fondo que no lo es. Acá los radicales de izquierda acusan de fascista a Felipe Calderón olvidando las clases de historia en las que se revisaron las biografías de Franco, Mussolini, Hitler, Pinochet y muchos más en todo el mundo. Puedo entender que se simpatice con el periodista iraquí que quiso incrustar sus zapatos en el rostro simiesco de Bush pues el ex presidente de Estados Unidos invadió su país con base en mentiras y engaños arteros, viles, y también que los furibundos anticastristas de Miami se hayan desbaratado en risotadas ante las imágenes televisadas del anciano y cruel dictador cubano azotando contra el piso después de un discurso en homenaje al Che Guevara —a quien, por cierto, le gustaba dar el tiro de gracia a los fusilados en la cárcel de La Cabaña en los primeros días de la revolución triunfante—. Es comprensible también que los estudiantes hayan corrido a pedradas al presidente Luis Echeverría de Ciudad Universitaria en 1975, siete años después de la masacre de Tlatelolco, y están más que justificados los fallidos atentados contra el Führer en la funesta Alemania de los años treinta. Pero el hecho de burlarse de un mandatario al que le acaban de partir la jeta no puede tener otra razón que una burdamente ideológica y visceral. Es un fascista y punto. Y con ese argumento tan contundente se podría uno reír si al antidemocrático Rayito de Esperanza le estrellaran un par de huevos podridos en la mollera o si a su vástago Juanito le propinaran un toletazo en la crisma. El riesgo es que si se acepta ese razonamiento todo se valdrá contra el adversario. Y así, ¿para qué dialogar o discutir si se puede descalificar, agredir e incluso llegar al asesinato?
El camión sigue su marcha parsimoniosa. En la radio han pasado ya tres anuncios de Greenpeace en los que artistas e intelectuales nos exigen que le reclamemos al secretario de Agricultura que “haga su trabajo” e impida la siembra de maíz transgénico. “Sin maíz no hay país”, aseguran, como antes juraban que “El petróleo es nuestro”. Uno de ellos, el escritor Carlos Montemayor —recientemente fallecido—, no tuvo el más mínimo reparo en recibir del presidente Calderón —al que dice desconocer— el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Lingüística y Literatura el pasado 14 de diciembre. Sí, el mismo intelectual que escribió y bramó en donde quiso —incluso en Televisa con López Dóriga— que las elecciones de 2006 fueron fraudulentas, ahora va y acepta tan orondo su reconocimiento de manos del mismísimo espurio... Hay más noticias desconcertantes en el periódico, pero ahora debo bajarme.

viernes, enero 22, 2010

Ya, en librerías...


Ahora sí ya se puede conseguir El tamaño del ridículo y Sensacional de contracultura en librerías de todo el país.

Un par de comentarios sobre El tamaño del ridículo:
Rogelio Villarreal dedica varias de sus páginas a retratar transcursos culturales que en un futuro podrán lograr el cometido histórico. Por lo mismo, no es casualidad que uno de los perfiles más vigorosos que aparecen en El tamaño del ridículo sea el de Ryszard Kapuscinski. Algunas líneas resultan suficientes para dar con la vocación de ese gran periodista que hizo historia. Puntos de vista generales que vigorizan las particularidades. Complejos panoramas que no se pierden en nimiedades, que no escatiman una crítica que se fortalece con la óptica de larga duración que contados periodistas tienen. —José Mariano Leyva en "Entre la historia, el periodismo, la fugacidad y la crítica sagaz", prólogo a este libro.

El destino de Rogelio es el de editor y escritor de culto, no el del consagrado, emérito o vaca sagrada. Y qué bueno que así sea para mí como lector. Ya “tenemos” bastantes señoritos y señorones de la República de las Letras y del topus uranus de la academia para que hagan el trabajo de la trascendencia civilizatoria y el pastoreo educativo y moral de los ciudadanos. Que sigan siendo ellos los que eleven las fosas nasales y se toquen la barbilla cada vez que haya que emitir un juicio fundamentado sobre los temas trascendentes, o una opinión basada rigurosamente en su erudición. Otros —tal vez no soy él único— preferimos al que ha proclamado en la portada de su revista las ruinas del país, desde que muchos —señoritos y señorones entre ellos— celebraban el advenimiento de la democracia como fase superior de su capitalismo (el de ellos, pues). Y mucho antes del diagnóstico del Estado fallido. Antes de que mexicanización se hiciera una palabra negativa entre colombianización y pakistanización. A Rogelio Villarreal le toca hacerla de gitano de su oficio, porque se comporta como el que no tiene nada qué perder ni por ganar, como no sea congruencia consigo mismo. —Héctor Villarreal, en "Epílogo: incitación a la gitanería", epílogo a este libro.

El tamaño del ridículo, Rogelio Villarreal. Prólogo de José Mariano Leyva; epílogo de Héctor Villarreal. Guadalajara: Ediciones Arlequín, 224 páginas, 150.00 pesos.


Tres comentarios en la contraportada de Sensacional de contracultura:

Esta colección de ensayos es un viaje ameno, creativo e inquietante por los sótanos de la cultura mexicana, con irreverentes intromisiones en la cocina donde se hierven las famas. La excelente prosa —ágil e imprudente— de Rogelio Villarreal nos descubre aspectos de la vida intelectual y política que sólo pueden ser vistos desde la llamada "contracultura". Nos ayuda a mirar los hilos ocultos que unen el underground con el establishment. Demuestra que de la procacidad "contracultural" surgen nuevas sensibilidades y sensateces. —Roger Bartra

Si cultura es una palabra resbaladiza, peligrosa, mucho peor es contracultura, con la que los tropezones son frecuentes, pero es al parecer la especialidad de Rogelio Villarreal, quien ha dedicado su vida adulta a las publicaciones que entran en la definición de contracultura y a escribir opiniones donde la irreverencia va apuntalada en el dato y la reflexión, como ocurre también en las revistas que ha dirigido. En este volumen ofrece una primera parte con el panorama de las revistas creadas, dirigidas y hasta vendidas de mano en mano por él desde mediados de los años ochenta: veinte años de referencias a suplementos culturales y otras publicaciones cuyos links (diríamos ahora) nos llevan a polémicas, simpatías y enemistades entre personajes de nombres hoy imprescindibles al hablar de literatura o política. Villarreal se pregunta hacia el final si la contracultura ha perdido la batalla. En esas páginas nos enteramos de cuál es esa batalla.

En la segunda parte recorre temas conocidos por un público más amplio: desde el sup Marcos hasta el frenesí de Andrés Manuel López Obrador, pasando por la revisión escrupulosa del caso Digna Ochoa, un suicidio convertido en martirio por aclamación de asamblea y votación a mano levantada.

Rogelio Villarreal ofrece también “notas sobre rock, cultura y política [1986-2007]” que a muchos lectores traerán nostalgias, a otros producirán irritación y a otros más algún arrebato de cólera. —Luis González de Alba

El tono de estos ensayos es abiertamente beligerante, pero no menos reflexivo. Rogelio Villarreal es una suerte de discípulo de Diógenes, en el sentido en que Jonathan Pollock describe al filósofo en ¿Qué es el humor? (Barcelona: Paidós, 2003): "A diferencia de Sócrates, adepto al diálogo amistoso, Diógenes practica la réplica y la invectiva. Incita a su auditorio a sustraerse a la opinión corriente (doxa)reprendiéndole y tomándole el pelo".

Sensacional de contracultura es un documento ameno y de obligada referencia sobre el trastabillante devenir de la "contracultura" mexicana y de cómo la política —del centro a la izquierda y a la derecha– ha sido un pesado lastre para el desarrollo de una cultura libre de atavismos. —Ariel Ruiz

Sensacional de contracultura, Rogelio Villarreal. Prólogo de Jorge Flores-Oliver. México: Ediciones sin Nombre, 2009. 340 páginas, 180 pesos.

miércoles, enero 06, 2010

El desencanto


Una nota publicada en dos partes en Milenio Semanal sobre El desencanto, libro reciente de José Woldenberg.

I. En Koba el Terrible. La risa y los veinte millones (Anagrama: 2002) Martin Amis reflexiona sobre la militancia en el Partido Comunista británico de su padre, el también escritor Kingsley Amis —ya en su vejez un gruñón conservador—, y sobre la muerte a los 46 años de su hermana Sally debido al alcoholismo, lacerantes coordenadas con las que empieza a trazar la biografía de uno de los mayores criminales de la historia: José Stalin, a quien apodaban Koba en su niñez. Un libro que tarda en arrancar entre testimonios personales y que se desdobla súbitamente en otro que contiene la historia del régimen de terror soviético que segó la vida de al menos veinte millones de personas —otros cálculos, dice Amis, elevan esta cifra hasta cincuenta millones. Dos libros en uno que corren como ríos subterráneos en la narración de la tragedia familiar y del asesinato de una parte de la población de la vasta Rusia mediante las miles de ejecuciones, la hambruna deliberada y el destierro masivo al Gulag. Amis expresa su azoro ante la opinión generalizada de que Hitler fue aún más malvado que Stalin, desconcierto que lo lleva a reprocharle a su padre y a la intelectualidad inglesa y europea de izquierda los remilgos para reconocer los crímenes del estalinismo y la negativa de muchos de ellos a difundir las atrocidades. Por pusilanimidad o para no “hacerle el juego al imperialismo” todos ellos fueron cómplices, finalmente, del horror, acusa Amis. Ya vendría un historiador francés a enmendarles la plana: en La gran mascarada (Taurus: 2001) Jean François Revel establece la simetría entre el nazismo y el estalinismo, desnudando al comunismo de su falso ropaje moral. Para Stalin la muerte de un millón de personas era solamente una estadística, recuerda Amis. No, dice el escritor, se trata de un millón de tragedias. Por eso abre y cierra su valioso y extenso relato con una tragedia personal, la muerte de su hermana, tan lamentable por su entrañable cercanía como la de millones de desconocidos inmolados entre 1917 y 1953 en la sangrienta edificación de una “nueva sociedad”. Sin embargo, se duele Amis, aún hoy entre amplios sectores de la izquierda del mundo la dictadura de Stalin tiene “mejor” reputación que el régimen del Tercer Reich.

José Woldenberg ensaya algo parecido a Koba el Terrible en El desencanto (Cal y Arena, 2009), la biografía a medio camino entre el relato testimonial y una ficción apegada a los hechos de un personaje inspirado un poco en su propia militancia izquierdista, pero sobre todo en la de Manuel Martínez Peláez, llamado simplemente Manuel en el libro, aunque hacia el final el nombre se desvanece. En El desencanto se entreveran también dos libros que se complementan. Uno es la historia del entusiasta Manuel sindicalista y la del hombre de partido; la del primer desencanto: el Consejo Estudiantil Universitario y su conservador rechazo a las reformas que las autoridades universitarias proponían para la UNAM; la del segundo desencanto, esta vez con el naciente Partido de la Revolución Democrática y su agrupación en torno a Cuauhtémoc Cárdenas; la del tesonero funcionario público en el Instituto Federal Electoral; la del tercer desencanto: ahora ante el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el elogio de la violencia y, finalmente, el último y quizá más duro desencanto: la reacción de la Coalición por el Bien de Todos y su líder ante la derrota electoral de 2006.


II. En El desencanto José Woldenberg apuntala la biografía de Manuel —sindicalista y militante de izquierda— con textos que narran la decepción de siete célebres escritores y militantes comunistas ante el imperio del terror que se vivía en la Unión Soviética. Semblanzas que avanzan sinuosamente en el mismo sentido que los empeños de Manuel: del entusiasmo y la entrega a una causa a la decepción devastadora, como le sucedió a Arthur Koestler, Howard Fast, André Gide, Ignazio Silone, José Revueltas, Victor Serge y George Orwell (aunque éste no fue comunista). Pero, como ellos, también practica la crítica feroz y entiende la urgencia de recuperar la ética para la política.

Manuel creía que el proceso de democratización de México iniciado con el movimiento estudiantil de 1968 se concretaba poco a poco en la formación del sindicalismo universitario, la reforma electoral, la legalización de la oposición comunista y la fundación del PRD, así como en la creación de instituciones que garantizaban la legalidad de los procesos electorales. Por eso rechazaba la vía armada, la de la guerrilla de los años setenta y la de los neozapatistas en 1994: “Los medios nunca son anodinos. Modelan los fines y a quienes los utilizan”, decía. Por eso también su enojo ante la reacción de López Obrador y su invención del fraude después de unas elecciones vigiladas por miles de ciudadanos y representantes de todos los partidos en casi todas las casillas del país.

Los pasajes entresacados de las obras de aquellos célebres desencantados funcionan como contrapunto a diversos momentos en la actividad política de Manuel. Como la frase de Rubachof, personaje de El cero y el infinito, de Koestler, cuya resonancia aún perdura: “El Partido no se equivocal jamás. Tú y yo podemos equivocarnos. Pero el Partido no. El Partido, camarada, es algo más grande que tú y que yo y que otros mil como tú y como yo. El Partido es la encarnación de las ideas revolucionarias en la Historia...” Sin embargo, a Rubachof “cada vez le cuesta más trabajo creer en esa vanguardia” y se cuestiona amargamente: “Todos nuestros principios eran buenos, pero nuestros resultados han sido malos... Nuestra voluntad era pura y firme, debíamos haber conquistado el amor del pueblo. Pero éste nos detesta. ¿Por qué somos tan odiosos y detestados?” A su vez, Manuel se pregunta por qué la izquierda mexicana no hizo nunca una crítica tajante al totalitarismo comunista. En el caso del PRD eso se explica, piensa, por la raigambre priista de muchos de sus nuevos integrantes.

Al final de su vida las ilusiones de Manuel, o del protagonista que ya ha perdido su nombre, han dejado el lugar a “convicciones elementales que le parecían fundamentales: lograr un país equitativo con un ambiente para la coexistencia de la pluralidad política e ideológica”. Ya no anhelaba el paraíso en la tierra pues “estaba convencido de que esa pretensión generaba más bien infiernos terrenales”. Decepcionado también de la irracional izquierda mexicana, muere mientras duerme.
Aunque El desencanto narra con fluidez las aspiraciones de una generación defraudada, quizá habría sido preferible un testimonio sin esas innecesarias pinceladas de ficción, que no aportan gran cosa, y con menos errores (al líder magisterial Othón Salazar se le cambia el nombre por el de Abel) y descuidos tipográficos. En este tipo de obras se echa de menos la destreza literaria de, por ejemplo, Martin Amis al reconstruir la historia de Koba el Terrible.